jueves, 23 de mayo de 2013

EL FUEGO DE DIOS

Observar el fuego es algo que, creo, a todos nos gusta. No hay nada mejor que un día de frío acompañados por una buena hoguera. Esto me recuerda a la sensación que Moisés también tuvo cuando vio aquella llama que no se apagaba y atraído por esto cada vez se acercaba más.


En Pentecostés el fuego con su carácter y elegancia se hace presente ante los apóstoles dándoles fuerza, consejo, sabiduria, entendimiento, piedad, respeto... y los demás dones que Dios sigue dando a quienes creen en Él y, como consecuencia, siguen sus mandamientos por amor. 

Este compartir la vida con Dios nos llena de paz cuando nos encontramos llenitos de su Espíritu. Que esta sea nuestra prioridad de vida, no separarnos del amor de Dios para que nos colme de la felicidad y la paz que sólo Él nos puede dar en este mundo.







Que, a ejemplo de Jesús, también seamos sal ardiente que anuncie el Reino de Dios sin salar demasiado.




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