¡¡¡Feliz día de todos los santos!!!
Leía
hace unos días algo que decía que si contemplamos el firmamento en una de esas
noches estrelladas, vamos a ver muchos
puntos luminosos. Algunos destacan más y tienen nombre propio, pero hay otros
que también están ahí como racimos de estrellas, constelaciones y galaxias que
forman una polvareda luminosa: la Vía Láctea, el Camino de Santiago… y algo así
sucede también en el firmamento de nuestra Iglesia. Hay santos que suenan más como
San Francisco de Asís, Santa Teresa, Santa Rita de Cassia…y otros que, no dejan de ser, otra bendición en
nuestras vidas porque por su cercanía y actitudes nos ayudan a entenderla en lo
cotidiano y nos enseñan a amar más perfectamente (aunque a veces nos descuidemos un poco). Me refiero a aquellos que son anónimos, desconocidos por la
universalidad pero que hacen que la vida pueda brillar con su ejemplo. Gracias a su luz podemos ver mejor a Dios hasta que llegue el gran día que lo veamos cara a cara.
Gracias
a todos, grandes y pequeños porque hacéis que la luz de Cristo pueda seguir
brillando en un mundo, a veces, un poco sombrío de lo fraterno. Gracias!!
“Después de esto apareció en la visión una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de toda nación, raza, pueblo y lengua, de pie delante del trono y del Cordero, vestidos con vestiduras blancas y con palmas en sus manos” (Ap 7, 9).
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